El conocimiento de la verdad ontológica y subjetiva del otro es nuestra existencial libertad.
Being and another's subjet truth Knowlage is our being freedom.
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Being and another's subjet truth Knowlage is our being freedom.
1.- P U L G A R C I T O.
- Érase una vez un matrimonio de leñadores que vivían en una casa vieja y destartalada. Eran tan pobres que apenas podían alimentar a sus siete hijos. Al menor, sus padres lo llamaron Pulgarcito, porque cuando nació no era más grande que un dedo pulgar.
- - Aparte de su tamaño, Pulgarcito llamaba la atención por sus ojos grandes y vivos. Parecían dos luceros tocados por el brillo de la inteligencia.
- - Y es que Pulgarcito era un niño muy, pero que muy espabilado. Es verdad que cabía en la palma de una mano, pero su pequeña cabeza albergaba una inteligencia tan grande como una montaña.
- - Un día Pulgarcito y sus hermanos fueron a jugar al bosque.
- - Como se lo estaban pasando bomba, ni siquiera se dieron cuenta de que se habían alejado mucho de casa. En ésas estaban cuando cayó la noche.
- - De pronto, el bosque se tornó oscuro y amenazador. El viento agitaba las ramas de los árboles y los animales lanzaban unos gruñidos que ponían los pelos de punta. –¡Papá, mamá! ¿Dónde estáis? ¡Nos hemos perdido! –gritaban asustados los niños.
- - –Tranquilos, chicos –les dijo Pulgarcito a sus hermanos–. He marcado el camino de regreso con unas migas de pan. Si seguimos su rastro llegaremos muy pronto a casa. Pero los pájaros del bosque, que al parecer no tenían otra cosa mejor que hacer, se habían comido las migas de pan.
- .- “¿Cómo regresaremos ahora a casa?”, fue la pregunta que se hicieron todos mientras empezaron a gritar desesperados: –¡Papá, mamá, venid a buscarnos! ¡Nos hemos perdido!
- .- –Vamos, vamos, dejad de llorar –intentó tranquilizarlos Pulgarcito–. A lo lejos he visto la luz de una casa. Tal vez sus dueños nos dejen pasar la noche en ella. Los hermanos hicieron caso a Pulgarcito y después de una caminata de campeonato llegaron por fin a aquella casa misteriosa.
- .- –¿Hay alguien dentro? –preguntaron mientras llamaban a la puerta–. Nos hemos perdido y tenemos mucho frío. ¡Por favor, dejadnos entrar! Les abrió la puerta una mujer que al verlos tan asustados sintió mucha pena de ellos.
- - –¡Pobrecillos! –dijo–. Pero... ¿acaso no sabéis quién vive aquí? ¡Ésta es la casa del ogro que se zampa a los niños! –¿Y qué otra cosa podemos hacer? –le contestó Pulgarcito–. No podemos regresar al bosque. ¡Hace un frío que pela y las fieras salvajes andan sueltas!1
- .- Las razones de Pulgarcito convencieron a aquella mujer, que aunque estaba casada con un ogro de aquí te espero, tenía un corazón de oro. De modo que dejó que los chicos pasaran la noche en su casa.
- .- Y no sólo eso, sino que para que su feroz esposo no los descubriera los escondió debajo de una cama. Pero fue meterse debajo de la cama, cuando los siete hermanos escucharon el vozarrón del ogro.
- .- –¿Qué es ese olor tan delicioso? –le preguntó el ogro a su esposa nada más entrar en casa–. ¡Huelo a carne de niño! –Te equivocas, querido –le contestó la mujer–. Es el cordero que estoy asando para la cena.
- .- “A mí no me la das con queso”, pensó el ogro. Y como era un experto en seguir el rastro de los niños, miró debajo de la cama y descubrió a Pulgarcito y sus hermanos.
- .- –¿Acaso me querías engañar? –le gritó el ogro a su esposa. ¡Vamos, mándalos a dormir! ¡Mañana cuando despierte me los zamparé! La mujer obedeció al ogro y llevó a Pulgarcito y sus hermanos a una habitación de la casa.
- .-Pero Pulgarcito, que como hemos dicho antes era listísimo, tuvo una idea. Había visto a las siete hijas del ogro dormir en la habitación de al lado y decidió cambiarles las coronas que llevaban puestas por los gorritos de sus hermanos. ¡De esta forma engañaría al ogro!
- .- Y así fue. Antes de acostarse, el ogro entró en la habitación de sus hijas y, al ver los siete gorritos sobre sus cabezas, confundió a las niñas con Pulgarcito y sus hermanos.
- .- “Qué raro” –pensó el ogro– . “Mi esposa ha traído los niños a la habitación de mis queridas hijas. ¡Bah, no importa dónde pasen la noche! Mañana bien temprano desayunaré carne fresca”, se dijo el ogro con la boca hecha agua.
- .- Los niños esperaron a que el ogro se quedara dormido para escapar de la casa. Y, una vez fuera, salieron pitando en dirección al bosque.
- .- Corrieron y corrieron hasta que encontraron una cueva excavada en una gran roca. –¡Deprisa, nos esconderemos aquí! ¡El ogro no podrá encontrarnos! –les dijo Pulgarcito a sus hermanos.
- .- El ogro despertó a la mañana siguiente y lo primero que hizo fue ir a la habitación donde dormían los chicos para llevarlos a la cocina. –¿Pero... qué es esto? –vociferó al descubrir el engaño. ¡Bajo aquellos gorritos no estaban los niños, sino sus hijitas!
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- .- ¡Qué gritos daba aquel monstruo malvado! ¡Qué enfadado estaba al comprobar que los niños que iba a desayunarse habían escapado de la casa! –¡Me las pagarán esos mocosos! –gritaba el ogro–. ¡Tráeme mis Botas de Siete Leguas! –le ordenó a su mujer–. Ahora mismo saldré a buscarlos.
- .- El ogro recorrió palmo a palmo el bosque con sus botas mágicas. Pasó todo el día buscando a Pulgarcito y sus hermanos, pero por mucho que buscó y rebuscó no encontró ni rastro de ellos.
- .- “¿Dónde demonios se habrán metido?”, se preguntaba el monstruo, mientras se secaba el sudor de su enorme frente. “Estoy tan agotado que necesito descansar un poco”, pensó. “Sí, dormiré una siesta y cuando despierte los atraparé y me los comeré uno por uno”.
- .- Dicho y hecho. El ogro buscó la sombra de una gran roca, se estiró en un prado y, en menos que canta un gallo, se quedó profundamente dormido. Quiso la casualidad que el lugar elegido por el ogro para su siesta estuviera muy cerca del escondite de Pulgarcito y sus hermanos.
- .- Y, claro, los espantosos ronquidos del ogro llegaron muy pronto a los oídos de los niños. –¡Caramba! –susurró Pulgarcito–. ¡Pero si es el ogro! ¡Menudo susto que se llevaron todos!
- .- Bueno, todos no. Pulgarcito, como había demostrado antes, no se dejó intimidar por el ogro. Con una tranquilidad increíble para su edad les dijo a sus hermanos: –Quedaos quietos y no hagáis ningún ruido. Escuchadme con atención. Se me acaba de ocurrir una idea.
- .- –Siguiendo este camino –continuó Pulgarcito–, a unos cien pasos de aquí está nuestra casa. Corred hacia ella y decidles a papá y a mamá que no se preocupen por mí. Dentro de una hora estaré de vuelta. ¡Venga, daos prisa!
- .- Los niños, que a esas alturas consideraban a su hermano menor un auténtico héroe, le obedecieron sin rechistar.
- .- Y mientras los chicos echaban a correr, Pulgarcito se quedó un buen rato observando cómo el ogro dormía a pierna suelta.
- .- Después de varias horas, Pulgarcito decidió salir por fin de su escondite. Se acercó al ogro sin hacer ruido y, con mucho cuidado de no despertarlo, suavemente le sacó las botas mágicas.
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- .- Desde luego, aquellas botas eran enormes, anchas y altas, pero como eran mágicas tenían el don de adaptarse a los pies de quienes las calzaran. A Pulgarcito le quedaron tan bien que parecía que algún zapatero prodigioso las había hecho a propósito para él.
- .- Y con las Botas de Siete Leguas puestas, el niño echó a correr hacia la casa del ogro. Pulgarcito llamó a la puerta con decisión. –TOC, TOC, TOC. Al instante le abrió la esposa del ogro.
- .- –Pero, ¿qué haces aquí? ¿Cómo es que no te ha atrapado mi marido? –le preguntó la mujer muy sorprendida a Pulgarcito.
- .- –Señora –respondió el niño–, a su esposo lo han raptado unos ladrones mientras dormía. Son muy malos y me han dicho que si no les entrega una bolsa de oro, se llevarán al ogro muy lejos de aquí y no lo volverá a ver nunca más.
- .- –¡Oh, qué terrible desgracia! –se lamentó la esposa del ogro–. ¿Qué voy a hacer ahora? Pulgarcito, muy astuto, le contestó entonces: –Entrégueme la bolsa de oro. Yo me encargaré de dársela a esos ladrones y así soltarán a su marido.
- .- La pobre mujer, que estaba enamoradísima del ogro que tenía por esposo, hizo caso a Pulgarcito y le dio una bolsa repleta de monedas de oro. Cuando el niño tuvo la bolsa en la mano, se despidió de la esposa del ogro y, con sus botas mágicas, salió disparado a casa de sus padres.
- .- Pulgarcito llegó de inmediato. Y antes de que sus padres y hermanos pudieran abrazarlo, se acercó a una mesa y volcó sobre ella todas las monedas de oro que había en la bolsa.
- .- Aquella pobre gente se frotaba los ojos. ¡Jamás habían visto tanto dinero junto! ¡El brillo de aquellas monedas iluminó toda la habitación!
- .- Entonces, Pulgarcito dijo muy orgulloso: –Papá, mamá, hermanitos: con el oro que hay en esta bolsa nunca más volveremos a pasar hambre y necesidades.
- .- En cuanto al ogro, una leyenda dice que durmió durante tres días enteros y que, al despertar, se encontró preso en la cárcel del castillo real. Al parecer, el rey de aquel lugar ordenó a sus guardias que apresaran al ogro malvado para que nunca más volviera a molestar a ningún niño.
- .- Y ¿cómo supo el rey dónde estaba dormido el ogro? Pues muy sencillo. Con sus botas mágicas, Pulgarcito se plantó en dos zancadas en el castillo y contó al monarca esta bonita historia que acabáis de escuchar.
F i n.
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